El concepto de un cuerpo tan denso que ni siquiera la luz
puede escapar de él, fue descrito en un artículo enviado en 1783 a la Royal
Society por un geólogo inglés llamado John Michell. Por aquel entonces la
teoría de Newton de gravitación y el concepto de velocidad de escape eran muy conocidas.
Michell calculó que un cuerpo con un radio 500 veces el del Sol y la misma
densidad, tendría, en su superficie, una velocidad de escape igual a la de la
luz y sería invisible. En 1796, el matemático francés Pierre-Simon Laplace
explicó en las dos primeras ediciones de su libro Exposition du Systeme du
Monde la misma idea aunque, al ganar terreno la idea de que la luz era una onda
sin masa, en el siglo XIX fue descartada en ediciones posteriores.
En 1915, Einstein desarrolló la relatividad general y
demostró que la luz era influida por la interacción gravitatoria. Unos meses
después, Karl Schwarzschild encontró una solución a las ecuaciones de Einstein,
donde un cuerpo pesado absorbería la luz. Se sabe ahora que el radio de
Schwarzschild es el radio del horizonte de sucesos de un agujero negro que no
gira, pero esto no era bien entendido en aquel entonces. El propio
Schwarzschild pensó que no era más que una solución matemática, no física. En
1930, Subrahmanyan Chandrasekhar demostró que un cuerpo con una masa crítica,
(ahora conocida como límite de Chandrasekhar) y que no emitiese radiación,
colapsaría por su propia gravedad porque no había nada que se conociera que
pudiera frenarla (para dicha masa la fuerza de atracción gravitatoria sería
mayor que la proporcionada por el principio de exclusión de Pauli). Sin
embargo, Eddington se opuso a la idea de que la estrella alcanzaría un tamaño
nulo, lo que implicaría una singularidad desnuda de materia, y que debería
haber algo que inevitablemente pusiera freno al colapso, línea adoptada por la
mayoría de los científicos.
En 1939, Robert Oppenheimer predijo que una estrella masiva
podría sufrir un colapso gravitatorio y, por tanto, los agujeros negros podrían
ser formados en la naturaleza. Esta teoría no fue objeto de mucha atención
hasta los años 60 porque, después de la Segunda Guerra Mundial, se tenía más
interés en lo que sucedía a escala atómica.
En 1967, Stephen Hawking y Roger Penrose probaron que los
agujeros negros son soluciones a las ecuaciones de Einstein y que en
determinados casos no se podía impedir que se crease un agujero negro a partir
de un colapso. La idea de agujero negro tomó fuerza con los avances científicos
y experimentales que llevaron al descubrimiento de los púlsares. Poco después,
en 1969, John Wheeler acuñó el término "agujero negro" durante una
reunión de cosmólogos en Nueva York, para designar lo que anteriormente se
llamó "estrella en colapso gravitatorio completo".
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