En el interior del planeta el hidrógeno, el helio y el argón
(gas noble que se acumula en la superficie de Júpiter), se comprimen
progresivamente. El hidrógeno molecular se comprime de tal manera que se
transforma en un líquido de carácter metálico a profundidades de unos 15.000 km
con respecto a la superficie. Más abajo se espera la existencia de un núcleo
rocoso formado principalmente por materiales helados y más densos de unas siete
masas terrestres (aunque un modelo reciente aumenta la masa del núcleo central
de este planeta entre 14 y 18 masas terrestres, y otros autores piensan que
puede no existir tal núcleo, además de existir la posibilidad de que el núcleo
fuera mayor en un principio, pero que las corrientes convectivas de hidrógeno
metálico caliente le habrían hecho perder masa). La existencia de las
diferentes capas viene determinada por el estudio del potencial gravitatorio
del planeta medido por las diferentes sondas espaciales. De existir el núcleo
interno, probaría la teoría de formación planetaria a partir de un disco de
planetesimales. Júpiter es tan masivo que todavía no se ha liberado el calor
acumulado en su formación y posee por lo tanto una importante fuente interna de
energía calórica que ha sido medida de manera precisa y equivale a 5,4 W/m².
Esto significa que el interior del planeta está mezclado de manera eficaz por
lo menos hasta niveles cercanos a las nubes de agua a bar.
El mismo modelo mencionado antes que da una masa mayor al
núcleo del planeta, considera que éste tiene una estructura interna formada por
cilindros concéntricos que giran a distinta velocidad -los ecuatoriales (que
son los externos) más rápido que los internos-, de modo similar al Sol; se
espera que la misión JUNO -que fue lanzada en 2011- pueda determinar con sus
mediciones de la gravedad joviana la estructura interna del planeta.
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